La habitación era pequeña, pero a Lans le sobraba el espacio. Sus únicas pertenencias eran una mesa de madera de roble una silla también de madera, un tanto incomoda para el estudiante, una futón en el que Lans descansaba luego de cada entrenamiento y un montón de libros de ciencias, pues aspiraba a entrar al 12° escuadrón y convertirse en Capitán de tal división. La sala poseía una ventana que siempre permanecía cerrada para evitar el paso del sol y así despertar a el joven por las mañanas. El muchacho sentía que su vida estaba comenzando y que nuevas puertas se le abrían. Tomando su katana se la colocó en el cinto del uniforme de la academia y se retiró hacia ella para comenzar su clase de zanjutsu.